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El Domingo Digital

25 de octubre: De la feria. Verde.

25 de octubre: De la feria. Verde.

Chile San Pablo |

LECTURA Rom 8, 1-11

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.

Hermanos: Ya no hay condenación para aquéllos que viven unidos a Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu, que da la Vida, te libró, en Cristo Jesús, de la ley del pecado y de la muerte. Lo que no podía hacer la Ley, reducida a la impotencia por la carne, Dios lo hizo, enviando a su propio Hijo, en una carne semejante a la del pecado, y como víctima por el pecado. Así Él condenó el pecado en la carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que ya no vivimos conforme a la carne sino al espíritu. En efecto, los que viven según la carne desean lo que es carnal; en cambio, los que viven según el espíritu desean lo que  es espiritual. Ahora bien, los deseos de la carne conducen a la muerte, pero los deseos del espíritu conducen a la vida y a la paz, porque los deseos de la carne se oponen a Dios, ya que no se someten a su Ley, ni pueden hacerlo. Por eso, los que viven de acuerdo con la carne no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de Aquél que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes. Palabra de Dios.

Comentario: San Pablo constata que la ley del espíritu que da la vida, por medio de Cristo, es sin duda un poder que libera a la persona y la saca de la esclavitud del pecado. Porque desde el sacrificio de Jesús contamos con un aliado formidable: el Espíritu Santo. Por eso los bautizados no podemos vivir esclavos de una moral sin sentido; más bien, estamos llamados a vivir como hijos de Dios encaminándonos a la plena realización humana.

SALMO Sal 23, 1-6

R. ¡Benditos los que buscan tu rostro, Señor!

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y todos sus habitantes, porque Él la fundó sobre los mares, Él la afirmó sobre las corrientes del océano. R.

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor y permanecer en su recinto sa­grado? El que tiene las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos. R.

Él recibirá la bendición del Señor, la recompensa de Dios, su Salvador. Así son los que buscan al Señor, los que buscan tu rostro, Dios de Jacob. R.

ALELUIA Ez 33, 11

Aleluia. «Yo no deseo la muerte del malvado, sino que se convierta y viva», dice el Señor. Aleluia.

EVANGELIO Lc 13, 1-9

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él respondió: «¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acaba­rán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera». Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: “Hace tres años que vengo a buscar fru­tos en esta higuera y no los encuentro. Entonces córtala, ¿para qué malgastar la tierra?”. Pero él respondió: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás”». Palabra del Señor.

Comentario: Jesús desenmascara una preocupación presente en muchos hombres de nuestro tiempo. Y es la preocupación de pensar que los sufrimientos de la vida tienen que ver con la amistad o enemistad con Dios. Dios no es un legislador injusto que castiga a quienes pecan. Muy por el contrario, los que decimos seguir a Jesús no hacemos daño, sobre todo cuando permitimos que el mal nos anula y esclaviza por completo.

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