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El Domingo Digital

4 de noviembre: San Carlos Borromeo, o. (MO). Blanco.

4 de noviembre: San Carlos Borromeo, o. (MO). Blanco.

Chile San Pablo |

Prefacio de los Pastores.

Leccionario Santoral: Rom 12, 3-13; Sal 88, 2-5. 21-22. 25. 27; Jn 10, 11-16.

LECTURA Rom 12, 5-16

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.

Hermanos: Todos nosotros formamos un solo Cuerpo en Cristo, y en lo que respecta a cada uno, somos miembros los unos de los otros. Conforme a la gracia que Dios nos ha dado, todos tenemos dones diferentes. El que tie­ne el don de la profecía, que lo ejerza según la medida de la fe. El que tiene el don del ministerio, que sirva. El que tiene el don de enseñar, que enseñe. El que tiene el don de exhortación, que exhorte. El que comparte sus bienes, que dé con sencillez. El que preside la comunidad, que lo haga con solicitud. El que practica misericordia, que lo haga con alegría. Amen con sinceridad. Tengan horror al mal y pasión por el bien. Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos. Con solicitud incansable y fervor de espíritu, sirvan al Señor. Alé­grense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración. Consideren como propias las necesidades de los santos y practiquen generosamente la hospitalidad. Bendi­gan a los que los persiguen, bendigan y no maldigan nunca. Alégrense con los que están alegres, y lloren con los que lloran. Vivan en armonía unos con otros, no quieran sobresalir, pónganse a la altura de los más humildes. Palabra de Dios.

Comentario: San Pablo motiva a la co­munidad para que, como Cuerpo de Cristo, nadie se sienta «superior» a los demás, sino que, al contrario, se coloque al ser­vicio de su prójimo. Por eso, cada uno de los miembros de la Iglesia pone al servicio del bien común sus dones. Como miembro de mi comunidad, ¿de qué manera estoy sirviendo a la Iglesia?

SALMO Sal 130, 1-3

R. ¡Guarda mi alma en la paz junto a ti, Señor!

Mi corazón no se ha ensoberbecido, Señor, ni mis ojos se han vuelto altane­ros. No he pretendido grandes cosas ni he tenido aspiraciones desmedidas. R.

Yo aplaco y modero mis deseos: como un niño tranquilo en brazos de su madre, así está mi alma dentro de mí. Espere Israel en el Señor, desde ahora y para siempre. R.

ALELUIA Mt 11, 28

Aleluia. «Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré», dice el Señor. Aleluia.

EVANGELIO Lc 14, 1. 15-24

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Uno de los invitados le dijo: «¡Feliz el que se siente a la mesa en el Reino de Dios!». Jesús le respondió: «Un hombre preparó un gran banquete y convidó a mucha gente. A la hora de cenar, mandó a su sirviente que dijera a los invitados: “Vengan, todo está preparado”. Pero todos, sin excepción, empezaron a excusarse. El primero le dijo: “Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo. Te ruego me disculpes”. El segundo dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego me disculpes”. Y un tercero respondió: “Acabo de casarme y por esa razón no puedo ir”. A su regreso, el sirviente contó todo esto al dueño de casa, y éste, irritado, le dijo: “Recorre en seguida las plazas y las calles de la ciudad, y trae aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los paralíticos”. Volvió el sirviente y dijo: “Señor, tus órdenes se han cumplido y aún sobra lugar”. El señor le respondió: “Ve a los caminos y a lo largo de los cercados, e insiste a la gente para que entre, de manera que se llene mi casa. Porque les aseguro que ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena”». Palabra del Señor.

Comentario: En la parábola narrada por Jesús, los invitados, uno tras otro, empiezan a encontrar excusas para no ir a la fiesta. Son los cristianos que se conforman única­mente con estar en la lista de los invitados, es decir, ser un número más. Pero esto no es suficiente, porque si no se «participa» en la fiesta no se es cristiano. Entrar en la Iglesia es compartir todo aquello que tenemos: las virtudes que el Señor nos ha dado en el servicio al prójimo.

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