Como todos los miércoles, el Papa León XIV presidió la tradicional Audiencia General, reuniéndose con miles de peregrinos y fieles de todo el mundo en la plaza San Pedro. En el marco del ciclo de catequesis del Año Jubilar titulado “Jesucristo, nuestra esperanza”, el Santo Padre centró su reflexión en el relato evangélico de la curación del paralítico en la piscina de Betzatá (Jn 5,1-9).
“¿Quieres curarte?” fue la pregunta de Jesús que el Papa presentó como el eje de su catequesis. Con su estilo pastoral cercano y profundamente humano, León XIV invitó a todos los presentes —y a quienes lo siguieron a distancia— a reconocer los momentos en que nuestras vidas parecen bloqueadas por el desánimo, la resignación o la desilusión. “Nos resignamos y no tenemos más ganas de luchar”, afirmó, comparando estas situaciones con una “parálisis espiritual”.
El Papa evocó la escena evangélica de Betzatá, no solo como un episodio de sanación física, sino como una metáfora de la Iglesia: “una casa de misericordia” donde los heridos y excluidos encuentran a Cristo que no los ignora, sino que se acerca con compasión.
León XIV subrayó que Jesús no solo cura, sino que devuelve al paralítico su dignidad al pedirle que cargue su camilla: “El pasado que lo bloqueaba ahora puede ser llevado con libertad. ¡Puede decidir qué hacer con su historia!”, expresó. Un mensaje potente sobre la responsabilidad, la libertad interior y la posibilidad de comenzar de nuevo con la ayuda del Señor.
La catequesis concluyó con una llamada a la esperanza: “Pidamos al Señor el don de entender dónde se ha bloqueado nuestra vida. Y recemos por quienes se sienten paralizados, que no ven una salida. ¡Pidamos regresar a vivir en el Corazón de Cristo, la verdadera casa de la misericordia!”
Antes de concluir, el Santo Padre dirigió un saludo en varios idiomas a los fieles presentes y alzó una súplica por la paz, ante “los gritos que se elevan desde los lugares de guerra, en particular desde Ucrania, Irán, Israel y Gaza”.
La audiencia finalizó con el rezo del Padre Nuestro y la Bendición Apostólica.