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El Domingo Digital

Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”

Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”

Chile San Pablo |

P. Fredy Peña T., ssp 

El evangelio que hemos escuchado no solo quiere contar un milagro, sino también con­firmar la enseñanza reveladora de Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida». En efecto, Jesús se presenta como el «don de la vida» que ratifica su victoria sobre la muerte. No obstante, Jesús siente la muerte de Lázaro, lo sufre, y por eso llora. Sus lágrimas expre­san el dolor ante la muerte por una persona amiga, es decir, siente la pérdida de alguien que aprecia y quiere. Es como nos pasa también cuando se nos muere un ser querido y no sabemos cómo llenar ese vacío y pérdida.

Asimismo, Jesús se dirige al sepulcro para enfrentarse con la muerte y vencerla. Ante tal enfrentamiento, como creyentes, nos surge una doble posibilidad: creer o no. Eso sí, debemos ser conscientes de que la fe abre las puertas a la vida y que la incredulidad la cierra. Por eso la resurrección de Lázaro no puede ser considerada simplemente como un milagro realizado por Jesús, sino como un signo que demuestra el poder eficaz de la fe. Sabemos que la fe es también esperanza en la Vida eterna; por tanto, el creyente vive anticipadamente esta «esperanza» de Vida eterna hasta el encuentro definitivo con Dios. Es así como el propio Jesús nos ha revelado que la muerte del cuerpo es como un sueño del cual él nos despierta.

Es con esta fe que queremos «despertar» y detenernos, espiritualmente, ante las tumbas de nuestros seres queridos, sobre todo de aquellos que nos han precedido, amado y nos han hecho tanto bien. Pero también de los anónimos que reposan en el osario común o de los que han muerto, como mártires, por la causa del evangelio. Asimismo, el recuerdo de nuestros difuntos, el cuidado de sus sepulcros y los sufragios son un testimonio de fe y esperanza, cuya consistencia radica en la certeza de que la muerte no tiene la última palabra sobre el hombre, ya que la vida, únicamente, la da y quita el propio Señor.

«Jesús le dijo: “Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?”» (Jn 11, 25-26).

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