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El Domingo Digital

“Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”

“Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”

Chile San Pablo |

P. Fredy Peña T., ssp

Jesús enseña a orar sin desfallecer e insiste en que no se trata simplemente de orar pertinazmente, sino también que sea un “estilo de vida”, es decir, siempre hasta que él vuelva, como lo ejemplifica este pasaje del evangelio. Por eso, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra? Jesús nos enseña, según la parábola, que es necesario orar sin desanimarse. Orígenes, en su tratado acerca de la oración, afirma que orar no es pedir cosas únicamente, sino participar en la vida de Dios.

En la parábola se valora negativamente el ejercicio de la profesión del juez, pues des­obedece los mandamientos del amor a Dios y al prójimo. En efecto, no es su compromiso con la justicia lo que lo mueve, sino el cansancio ante la constante demanda de la viuda y el miedo a que su prestigio pueda verse dañado. Por su parte, la viuda encarna la de­pendencia y la fragilidad. Sus posibilidades de ser escuchada son casi nulas, porque el juez la desprecia por no tener recursos y tampoco puede apelar a principios religiosos, porque el juez no teme a Dios.

No obstante, de la parábola no nos debe interesar la actitud del juez y tampoco la situa­ción que vive esta pobre viuda, sino cómo esta última persevera y pide con insistencia la intervención del juez. Es decir, si un juez que no responde a sus “deberes”, porque es un perfecto sinvergüenza que no teme a Dios ni le importan los más débiles o los que sufren injusticias, acaba haciendo justicia a una pobre viuda, ¡cuánto más Dios, que es justo y bueno, atenderá la oración perseverante de sus hijos! Porque Dios, lejos de ser un juez inicuo, es lejos un Padre cariñoso que está atento, pues un día sabremos que gracias a nuestra “oración perseverante” nuestro corazón iba cambiando, purificándose y configurándose al ritmo de la paciencia de Dios y convirtiéndose.

“Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar?” (Lc 18, 7).

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