CENTRO BÍBLICO SOBICAIN • Ver más

SÍGUENOS EN NUESTRO CANAL DE WHATSAPP • Ver más

QUIENES SOMOS • Ver más

El Domingo Digital

“Todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”

“Todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”

Chile San Pablo |

P. Fredy Peña T., ssp  

Jesús nos exhorta a tener dos actitudes fundamentales para la vida espiritual y consolidar nuestros vínculos: la humildad y la generosidad desinteresada, sobre todo con los más discriminados. Por eso la invitación a Jesús es motivo para que hable de otro banquete, el del Reino de Dios, más aún cuando se eligen los puestos en la mesa; y otro, la elección de los invitados para el banquete.

Jesús proclama en qué consiste su Reino, que es anticipo de la vida “compartida”. Por supuesto que el honor y el prestigio son desplazados por el valor de la humildad, es decir, los criterios del mundo dejan paso a los principios del Reino de Dios. En los tiempos de Jesús la cuestión del honor tenía su relevancia, pues los invitados de mayor importancia o estatus se sentaban cerca del anfitrión y recibían sus honores. Era un acto recíproco entre ambos. A mayor cantidad de personajes ilustres, más reconocimiento social.

En cambio, las comidas de Jesús son realizadas junto con los pobres, los cobradores de impuestos y los pecadores. Es decir, en el Reino de Dios nadie ocupa los primeros lugares por derecho propio ni por cortesía, porque los primeros lugares son ocupados principalmente por quienes hayan renunciado a la manera egoísta y utilitaria de la socie­dad de hoy. Sin embargo, para dar este salto de madurez en la vida espiritual se necesita mucha humildad, pues ella hace resplandecer todas las demás virtudes. Porque humilde es quien se sitúa, con sabiduría y realismo, ante Dios y los hombres (cf. 1Ped 5, 5).

Sin duda que Jesús quiere llevarnos a la alegría de una calidad muy superior de vida: la de estar junto a Dios en la generosidad desinteresada y en su amor que viene solo de Él. La invitación de Jesús, y sobre todo para quien hace de “anfitrión”, es que ha de distinguirse en él la “gratuidad” como sello característico entre sus vínculos, en vez de pensar en el continuo cambio de favores.

“¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!” (Lc 12, 14).


Escribir un comentario

Tenga en cuenta que los comentarios se tienen que aprobar antes de que se publiquen.