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El Domingo Digital

“Dios es misericordia porque conoce el corazón del hombre”

“Dios es misericordia porque conoce el corazón del hombre”

Chile San Pablo |

P. Fredy Peña T., ssp   

Las tres parábolas presentadas por el evangelio son como una respuesta a la acusación hecha por los adversarios de Jesús. Es cuestionado porque se relaciona con personas que, a juicio de los escribas y fariseos, son pecadores. Es decir, aún no se comprende el amor misericordioso de Dios que siempre busca al que está “perdido” o “sin sentido”.

Por eso, la tercera parábola del “padre misericordioso” sella de mejor forma lo que implica este amor benévolo, porque en la “alegría” del Padre se refleja que el amor por su hijo es mayor que la actitud desagradecida y desarraigada de este último. Además, este padre se abraza, besa, viste y acoge con un gran banquete al hijo que se alejó, ya que este decidió hacer su propia vida. A partir de esta actitud del padre, Jesús argumenta sobre la necesidad de acoger a todos aquellos que son considerados “indignos”.

A su vez, el hijo mayor es un espejo de los líderes a quienes el Señor se dirige, pues están convencidos de su propia justicia y rectitud, cuando en estricto rigor se han quedado en la indiferencia y han perdido toda sensibilidad para con las necesidades y carencias de los que viven o están en la precariedad.

En síntesis, las tres parábolas quieren iluminar una situación dolorosa en la vida de fe y que se relaciona con la aceptación de los paganos en la comunidad cristiana: los paganos son unos pecadores y perdidos, porque no pertenecen a las promesas de Dios. Y en este sentido, las palabras del Padre al hijo mayor: Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo, son como un llamado de atención y puede ser dirigido perfectamente a quienes se resisten a admitir que los pecadores (paganos) sean recibidos en la Iglesia. Como creyentes, debemos ser más misericordiosos, no sea que los que se consideran “dentro” de la Iglesia no entren ¡nunca! a la fiesta del Padre.

El joven le dijo: ‘Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo?’” (Lc 15, 21).

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