Por René Rebolledo Salinas, arzobispo de La Serena
Llegamos hoy al último domingo de mayo, el 6° de Pascua. El próximo, 1 de junio, celebraremos la Ascensión del Señor, Dios mediante, como también la LIX Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales e inicio de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Culmina este Tiempo Pascual el domingo 8 de junio con la gran solemnidad de Pentecostés y se clausura en ese día la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
En este domingo la Mesa de la Palabra contempla en la primera lectura un pasaje de los Hechos de los Apóstoles 15,1-2. 22-29; El Salmo responsorial es el 66, 2-3. 5-6. 8; la segunda lectura del Apocalipsis 21, 10-14. 22-23; mientras el Evangelio es de Juan 14,23-29.
El pasaje en referencia transmite palabras muy sentidas de Jesús en la cena de despedida: “Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él” (v 23). La señal de que amamos al Señor es que procuramos cumplir su Palabra y hacer su voluntad. Por el contrario: “Quien no me ama no cumple mis palabras, y la palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió” (v 24). La invitación del resucitado es a la comunión con Él por medio de la fe -que es adhesión, adherir a Él y profesión, profesar la fe- como por el amor que es la única respuesta adecuada al amor que Él nos ha ofrecido y brindado: “mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él” (v 23).
Seguidamente contemplamos también que el Señor promete el don del Espíritu Santo a los suyos: “El Defensor, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho” (v 26).
Es el Espíritu Santo que hace posible la comunión de los discípulos misioneros en Cristo con el Padre Dios: ¡Él es el Maestro y la Memoria de la comunidad!
La comunidad cristiana prosigue celebrando a su Señor Resucitado con fervor y alegría, como resalta la Oración Colecta que se recita en las celebraciones eucarísticas de este sábado 24 y domingo 25: “concédenos continuar celebrando con intenso fervor estos días de alegría en honor de Cristo resucitado, de manera que prolonguemos en nuestra vida el misterio de fe que recordamos”.
Fervor y la alegría profunda en estos días, a fin de que en la vida se manifieste claramente este gran misterio de fe que llena de sentido a la comunidad. El fervor es la intensidad máxima con que se realizan y viven los actos de cada día, es el clima espiritual, alegre y festivo, por la victoria de Cristo sobre el dolor y el sufrimiento, como de la muerte misma. Fervor y alegría también por la esperanza cierta de participación en la victoria de Cristo de quienes adhieren a Él en la fe y lo profesan como Señor de sus vidas, Resucitado por nosotros y nuestra salvación (credo).
La comunidad invoca la venida del Espíritu Santo en estos días en que se aproxima Pentecostés, que descienda el Espíritu y anime el tiempo de la Iglesia.