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El Domingo Digital

¡Felices los servidores a quienes el Señor encuentra velando a su llegada!

¡Felices los servidores a quienes el Señor encuentra velando a su llegada!

Chile San Pablo |

P. Fredy Peña T., ssp

Jesús concluye las afirmaciones del domingo pasado acerca del desprendimiento y del rechazo a la codicia haciendo un llamado a la espera vigilante y a la fidelidad. Para ello, se dirige a los dirigentes del pueblo, que están como dormidos y no saben reconocer la venida del Señor. En este sentido, los discípulos de Jesús debemos estar atentos a la llegada del Reino de Dios, porque la gracia que hemos recibido como regalo de Dios no es para guardarla, sino para ponerla al servicio permanente de nuestro prójimo.

Las palabras de Jesús quieren formular en positivo lo que desacreditaba con relación a lo de acumular riquezas, pues ahora lo determina de manera positiva: “vendan sus bienes y denlo como limosna”. Así, la exigencia de vender todo y dar limosna solo puede entender­se desde el propio desprendimiento por amor a Dios. Por eso, ser desprendidos y estar “vigilantes” no es esa sensación asfixiante de miedo o de angustia ante lo inesperado, con un cierto matiz de pánico ante lo desconocido o por el temor del castigo. No, la vigilancia es una virtud evangélica fundamental, unida íntimamente a la conciencia de la propia indigencia y a la fragilidad radical del hombre para obrar el bien. Pero, además, están todas esas asechanzas y ocasiones que nos presenta el mundo, el demonio y las propias pasiones para ser fieles a nuestro Señor y a la tarea que ha puesto en nuestras manos.

Por esta razón, todos somos corresponsables en la construcción del Reino de Dios, porque a todos se nos ha encomendado “algo”. Por ejemplo, al sacerdote, la administración de los misterios de Dios; a los padres cristianos, el cuidado espiritual de los hijos; al maestro, enseñar evangelizando. En efecto, cada uno de los creyentes debe esperar la llegada del Señor en la fidelidad de lo que se le ha confiado. Por eso estamos llamados a hacer la voluntad de Dios, a corresponder a su Palabra y ser capaces de estar disponibles a lo que él quiera de cada uno.

Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada” (Lc 12, 40).


 

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