En su audiencia general de este miércoles en la Plaza de San Pedro, el papa León XIV profundizó en el misterio del Sábado Santo, continuando con el ciclo de catequesis sobre Jesucristo, nuestra esperanza. Ante miles de peregrinos, el Pontífice invitó a contemplar este día singular de la liturgia cristiana como un tiempo de silencio habitado, en el que la aparente ausencia de Dios se convierte en promesa de vida nueva.
“El Hijo de Dios yace en la tumba —dijo el Papa—. Pero esta su ‘ausencia’ no es un vacío: es espera, plenitud contenida, promesa custodiada en la oscuridad”. León XIV comparó este silencio con “el vientre de una madre que custodia al hijo todavía no nacido, pero ya vivo”.
Un jardín, un umbral
El Papa recordó que Jesús fue sepultado en un jardín, en una tumba nueva, detalle que para el Evangelio no es casual. Ese lugar remite al Edén, donde la comunión entre Dios y el hombre fue originariamente plena. La tumba virgen, en tanto, anuncia un acontecimiento inédito: la resurrección. “No es un final, sino un umbral”, subrayó.
El descanso de Dios
León XIV explicó también el sentido del descanso en este día. Así como Dios reposó tras la creación, el Hijo descansa después de consumar la obra de la salvación. No porque estuviera cansado, “sino porque ha amado hasta el final”. Ese reposo es el sello de la obra cumplida, una invitación a los cristianos de hoy a aprender a detenerse en medio de un mundo que corre sin pausa:
“El Evangelio nos enseña que saber detenerse es un gesto de confianza que tenemos que aprender a cumplir”.
El valor del tiempo y del silencio
El Santo Padre señaló que en el sepulcro de Cristo comienza a germinar la vida nueva, “como una semilla en la tierra, como la oscuridad antes del amanecer”. Por eso, incluso los tiempos de pausa, de vacío o de esterilidad en la vida del creyente pueden convertirse en semilla de resurrección si se ofrecen a Dios.
“Jesús, sepultado en la tierra, es el rostro mansueto de un Dios que no ocupa todo el espacio. Es el Dios que deja hacer, que espera, que se retira para dejarnos la libertad”, reflexionó.
Una esperanza que nace del silencio
Finalmente, el Papa puso como ejemplo a la Virgen María, modelo de espera confiada y esperanza paciente. Recordó que la esperanza cristiana no se alimenta de ruidos ni de euforias, sino de la certeza de que incluso en el silencio de la tumba Dios prepara la resurrección.
“Queridos amigos —concluyó León XIV—, cuando nos parezca que todo está detenido, que la vida es un camino interrumpido, acordémonos del Sábado Santo. También en la tumba, Dios está preparando la sorpresa más grande”.