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Rerum Novarum, the social encyclical of Leo XIII

9 de noviembre: 32 durante el año

9 de noviembre: 32 durante el año

Chile San Pablo |

Gloria. Credo. Prefacio propio.

1ª LECTURA 2Mac 6, 1; 7, 1-2. 9-14

Lectura del segundo libro de los Macabeos.

El rey Antíoco envió a un consejero ateniense para que obligara a los ju­díos a abandonar las costumbres de sus padres y a no vivir conforme a las leyes de Dios. Fueron detenidos siete hermanos, junto con su madre. El rey, flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. Pero uno de ellos, hablando en nombre de todos, le dijo: «¿Qué quieres pre­guntar y saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir, antes que violar las leyes de nuestros padres». Una vez que el primero murió, llevaron al suplicio al segundo. Y cuando estaba por dar su último suspiro, dijo: «Tú, malvado, nos privas de la vida presente, pero el Rey del universo nos resucitará a una vida eterna, ya que nosotros morimos por sus leyes». Después de éste, fue castigado el tercero. Apenas se lo pi­dieron, presentó su lengua, extendió decididamente sus manos y dijo con valentía: «Yo he recibido estos miem­bros como un don del Cielo, pero ahora los desprecio por amor a sus leyes y espero recibirlos nuevamente de Él». El rey y sus acompañantes estaban sorprendidos del valor de aquel joven, que no hacía ningún caso de sus su­frimientos. Una vez que murió éste, sometieron al cuarto a la misma tortura y a los mismos suplicios. Y cuando ya estaba próximo a su fin, habló así: «Es preferible morir a manos de los hombres, con la esperanza puesta en Dios de ser resucitados por Él. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida». Palabra de Dios.

SALMO Sal 16, 1. 5-6. 8. 15

R. ¡Señor, al despertar, me saciaré de tu presencia!

Escucha, Señor, mi justa demanda, atiende a mi clamor; presta oído a mi plegaria, porque en mis labios no hay falsedad. R.

Mis pies se mantuvieron firmes en los caminos señalados: ¡mis pasos nunca se apartaron de tus huellas! Yo te invoco, Dios mío, porque Tú me respondes: inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras. R.

Escóndeme a la sombra de tus alas. Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro, y al despertar, me saciaré de tu presencia. R.

2ª LECTURA 2Tes 2, 16—3, 5

Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica.

Hermanos: Que nuestro Señor Jesu-cristo y Dios, nuestro Padre, que nos amó y nos dio gratuitamente un con­suelo eterno y una feliz esperanza, los reconforte y fortalezca en toda obra y en toda palabra buena. Finalmente, hermanos, rueguen por nosotros, para que la Palabra del Señor se propague rápidamente y sea glorificada como lo es entre ustedes. Rueguen también para que nos veamos libres de los hombres malvados y perversos, ya que no todos tienen fe. Pero el Señor es fiel: Él los fortalecerá y los preservará del Maligno. Nosotros tenemos plena confianza en el Señor de que ustedes cumplen y segui­rán cumpliendo nuestras disposiciones. Que el Señor los encamine hacia el amor de Dios y les dé la perseverancia de Cristo. Palabra de Dios.

ALELUIA Apoc 1, 5-6

Aleluia. Jesucristo es el Primero que resucitó de entre los muertos. ¡A Él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Aleluia.

EVANGELIO Lc 20, 27-38

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

Se acercaron a Jesús algunos sa­duceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: “Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda”. Ahora bien, había siete her­manos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Final­mente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?». Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que son juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casan. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los án­geles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor “el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Porque Él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para Él». Palabra del Señor.

O bien más breve: Lc 20, 34-38.  

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