Es la coexistencia entre personas o grupos que comparten un mismo espacio o entorno. Implica una vida en común y la búsqueda de armonía en las relaciones entre personas que, por diversos motivos, deben interactuar durante un período de tiempo o por toda la vida.
La palabra proviene del latín, está formada por el prefijo con, que indica «unión» y el término vivencia, que significa «vivir, existir».
En una sociedad existe una infinidad de ámbitos donde las personas conviven: familia, grupos de amigos, edificios, barrios, centros educativos, empresas, iglesias y espacios públicos. Sin duda que el interactuar implica que surjan diferencias de opinión, conflictos y rupturas.
Convivir es respetar las diferencias, lo que implica vivir en armonía con personas que son, piensan y actúan de manera diferente a nosotros. No se trata de buscar uniformidad, sino valorar a los demás como individuos, porque la gran riqueza que tenemos como sociedad es ser diferentes.
La nacionalidad, la raza, el género, el nivel socioeconómico, la religión o la ideología política pueden generar tensiones en las relaciones humanas. Por eso es importante establecer normas y códigos de comportamiento que favorezcan una buena relación entre los miembros de cualquier grupo. Una gestión adecuada de la convivencia reduce el riesgo de que esas diferencias se transformen en conflictos destructivos.
Diversas disciplinas, como la medicina, la psicología y la sociología, destacan la importancia de una sana convivencia que beneficie la salud física y emocional, lo que genera paz, armonía y eleva la calidad de vida de las personas.
Las intenciones de la Iglesia, para este mes, nos instan a orar para que nuestra sociedad chilena no sucumba ante la división y la polarización, de modo que vivamos como hermanos.
En Jesús, María y Pablo,
El Director