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Rerum Novarum, the social encyclical of Leo XIII

“Detrás de cada reja, hay una mujer que aún puede ser libre”

“Detrás de cada reja, hay una mujer que aún puede ser libre”

Chile San Pablo |

Religiosa chilena cuenta su vocación y 20 años de trabajo con mujeres privadas de libertad, en donde la Palabra de Dios es una herramienta transformadora que les entrega compañía y esperanza.

La Hermana Nelly León es una religiosa chilena conocida por su trabajo con mujeres privadas de libertad y por su fundación "Mujer Levántate", que apoya la reinserción social de las internas. Ella es capellana del Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín y ha sido reconocida con varios galardones por su labor, incluyendo el Premio Zayed 2024 a la Fraternidad Humana. Sin buscarlo, fue llamada por Dios a una misión dura y poco visible: acompañar, restaurar y evangelizar a mujeres que cumplen condena. En esta entrevista, comparte cómo surgió su vocación, cómo ha evolucionado su labor y qué puede hacer la sociedad —y la Iglesia— para construir un camino de verdadera reinserción.  

¿Cómo nace su vocación religiosa?

“Mi vocación nace tras una experiencia traumática que me tocó presenciar. Hasta ese momento, nunca había pensado en ser religiosa. Fue un sacerdote de otra congregación quien me cuestionó desde ese dolor, y eso me llevó a replantearme mi vida”. Esa herida fue el punto de partida de un camino que la llevó a ingresar a la Congregación del Buen Pastor, la que tiene una opción preferencial por niñas, jóvenes y mujeres vulneradas: “Y en ese contexto, las más vulneradas de la sociedad son las mujeres privadas de libertad, ya que su libertad queda en manos de otras personas. Eso es lo que a mí me moviliza a trabajar con mujeres dentro de la cárcel, para hacerlas mujeres autónomas y que puedan sentir que, incluso tras las rejas, la libertad si es posible”. 

Evangelizar con acciones más que con palabras

En 2005, comenzó su trabajo pastoral en una cárcel de mujeres. Llegó con la intención de anunciar a Jesús, pero pronto comprendió que no se puede predicar a un Dios de amor donde reina la indignidad.

Me di cuenta de que no podía hablarles de un Dios que las ama si no tenían ni lo básico para vivir con dignidad: cosas para bañarse, ropa limpia, un espacio digno para dormir. Entonces, entendí que el primer anuncio del Evangelio tenía que ser la acción: ser presencia misericordiosa del Buen Pastor, más con gestos que con discursos”, recuerda.

Así nació una labor cuyo foco es restaurar la vida y la dignidad de cada mujer. “No somos jueces. Recibimos a mujeres que ya han sido condenadas por el tribunal, por la sociedad y hasta por sus familias. Nosotros queremos ser un bálsamo que acoge, que sana, que muestra el rostro de un Dios que perdona”. Y agrega: “Las mujeres se sorprenden al descubrir que pueden ser más que sus errores. Es poderoso mostrarles que sus heridas, restauradas por el amor de Dios, pueden convertirse en cicatrices hermosas”.

Cada domingo, cerca de 150 internas participan voluntariamente en la misa que se celebra en el penal. Además, se trabaja con catequesis y celebraciones litúrgicas a lo largo del año. De ese modo se van sanando las heridas que han marcado sus vidas y las han conducido por ese camino.

A mí me hace mucho sentido una canción que canta Cristóbal Fones, que creo, es un poema de San Ignacio que dice: ‘al final de la vida llegaremos con la herida convertida en cicatriz’”. Y yo creo que eso es. Nuestra campaña el año pasado fue recolectar fondos para este arte japonés Kintsugi, que es el que restaura y además hace brillar las heridas. Entonces las mujeres van acunando ese concepto en su vida y nos dicen cosas como: “yo no sabía que era más que mis propios errores”, “yo no sabía que mis heridas podían brillar”, “yo no sabía…”. Entonces, es super importante transmitirles ese concepto potente de un Dios que las abraza, que les sana y toca sus heridas, y que por Él esas heridas ya no duelen”.

¿Se encarcela la pobreza en Chile?

Siete años atrás, durante la visita del papa Francisco a Chile, esta religiosa le expresó con claridad: “En Chile se encarcela la pobreza”. Hoy reafirma esa idea, aunque reconoce algunos avances institucionales. 

“Se elaboró una ley para que mujeres embarazadas o con hijos no estén privadas de libertad. Participé en su creación… pero lleva ocho años sin ser implementada. Además, seguimos siendo una sociedad que juzga con dureza: pedimos penas más altas, menos beneficios, más cárceles. Todo eso sin conocer lo que realmente ocurre dentro”.

¿Qué podemos hacer como sociedad?

“Comprometernos”, responde con firmeza. “Dar trabajo, ofrecer oportunidades reales, colaborar desde donde estemos”. Por eso, hoy despliega sus esfuerzos junto a empresarios, fundaciones y el Estado en una mesa de trabajo que se llama “Juntos por la reinserción”, con el fin de ofrecer posibilidades concretas de salida y reintegración a las personas privadas de libertad.

No se considera que, de aquí a tres, cuatro años van a salir más de 30 mil presos en libertad. Entonces la pregunta es ¿cómo van a salir?, ¿qué vamos a hacer con ellos en libertad?, ¿dónde van a estar?, ¿qué espacio les vamos a dar? ¿Y qué hemos hecho con ellos durante estos años que estuvieron privados de libertad?”, reflexiona.

El rol de la Iglesia: en el corazón del Evangelio

“La pastoral carcelaria está en el corazón del Evangelio, pero a veces queda en la periferia de nuestras comunidades eclesiales”, manifiesta. “Se hace una gran labor, pero necesitamos más manos, recursos y más vocaciones para esta misión silenciosa y transformadora”.

¿Y cómo acogen las internas el mensaje del Evangelio?

“Muy bien”, responde. “Nosotros tenemos una misa todos los domingos, a las once y media de la mañana, donde participan alrededor de 150 mujeres, libremente, porque ellas quieren ir a misa. Además, se trabaja en catequesis con ellas. Y así van descubriendo, porque son muy inteligentes e intuitivas, que cada agente pastoral, en este caso yo, y cada uno de los otros voluntarios que vamos a la cárcel, que lo hacemos desde otra parada, desde otra mirada, que vamos a acompañarlas en su vida”, dice.

La Liturgia Cotidiana y la Palabra que transforma

La hermana Nelly destaca el valor de acercar la Palabra de Dios a las internas mediante la Liturgia Cotidiana, un recurso evangelizador que ella conoce y utiliza en la Pastoral Carcelaria. “La Liturgia Cotidiana es un material que nos ayuda en la celebración de la Eucaristía”.  Ante la propuesta de invitar a las personas a regalar una suscripción para las mujeres privadas de libertad, sostiene: “Que la Palabra de Dios llegue a través de la Liturgia Cotidiana, que la puedan recibir mensualmente, leer, reflexionar, para que todos los días puedan leer el evangelio, es súper potente, ya que permite que la Palabra de Dios llegue a muchísimas personas. Y para los grupos de catequesis y los grupos de acompañamiento siempre va a ser valioso tener un texto en que apoyarse”.

Y añade, a modo de reflexión: “Es importante que quien compre una Liturgia Cotidiana mensual para su persona y enriquecer su espíritu a través de la Palabra, piense que hay otra persona que la necesita y que también él podría aportar desde ahí, regalando una suscripción más para una persona privada de libertad, para que la Palabra de Jesús, que es transformadora, transforme la vida de un interno o de una interna dentro de una cárcel”.

¿Quieres ayudar a que la Palabra de Dios llegue a más mujeres privadas de libertad?
Considera regalar una suscripción a la Liturgia Cotidiana. Porque una semilla de fe puede abrir las rejas del alma.

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