En la Plaza de San Pedro, durante la audiencia general del miércoles, el Papa León XIV continuó con su ciclo de catequesis en el marco del Jubileo 2025, dedicado al tema “Jesucristo, nuestra esperanza”. En esta ocasión, el Santo Padre profundizó en uno de los momentos más intensos del relato de la Pasión: la crucifixión y el grito de Jesús, «Tengo sed» (Jn 19,28).
El Papa destacó que estas dos palabras, seguidas de la expresión «Todo está cumplido» (Jn 19,30), condensan el sentido de toda la vida y misión del Hijo de Dios. “En la cruz, Jesús no aparece como un héroe victorioso, sino como un mendigo de amor”, afirmó. Con este gesto, el Crucificado revela no solo su necesidad física, sino el deseo profundo de comunión y amor que brota de lo más hondo de su corazón.
La sed de Jesús, reflejo de la nuestra
León XIV subrayó que en ese «Tengo sed» se refleja tanto la humanidad de Cristo como la de cada uno de nosotros. “Ninguno puede bastarse a sí mismo. Nadie puede salvarse por sí mismo”, explicó. La verdadera plenitud de la vida, dijo, no se encuentra en la autosuficiencia, sino en la capacidad de abrirse a los demás y reconocer la necesidad de recibir.
El Papa insistió en que esta sed de Jesús no es signo de fracaso, sino de verdad: “Dios salva no imponiéndose con poder, sino dejándose tocar por la debilidad del amor”.
Un mensaje contracultural
En un mundo que valora la autosuficiencia, la eficiencia y el rendimiento, el Evangelio propone una lógica distinta. León XIV recordó que “la medida de nuestra humanidad no la da lo que conquistamos, sino la capacidad de dejarnos amar y ayudar”. Pedir, en este sentido, no es indigno, sino liberador.
El Pontífice advirtió que el pecado ha generado desde siempre vergüenza y ocultamiento, pero el perdón verdadero nace cuando el ser humano se atreve a reconocer su necesidad y a pedir ayuda sin temor al rechazo.
La sed como puente hacia Dios
El Santo Padre concluyó señalando que la sed de Cristo en la cruz sigue siendo la sed de la humanidad herida que busca agua viva. Reconocer esa fragilidad puede convertirse en un camino de libertad y esperanza: “En la fraternidad, en la vida sencilla, en el arte de pedir sin vergüenza y ofrecer sin cálculo, se esconde una alegría que el mundo no conoce”.
Finalmente, León XIV invitó a los fieles a no temer la vulnerabilidad: “En la sed de Cristo podemos reconocer toda nuestra sed. No hay nada más humano, nada más divino, que saber decir: necesito. No nos avergoncemos de tender la mano, porque es allí, en ese gesto humilde, donde se esconde la salvación”.