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Rerum Novarum, the social encyclical of Leo XIII

“El alimento alcanza para todos cuando se comparte”

“El alimento alcanza para todos cuando se comparte”

Chile San Pablo |

Fredy Peña T., ssp

"Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronun­ció sobre ellos la bendición…”, Jesús no solo pronuncia palabras, ya que lo que dice es un acontecimiento, el acontecimiento central de la historia del mundo y de nuestra vida personal. Son palabras inagotables. Porque como signo de su presencia escoge el pan y en otros pasajes el vino como signos de su entrega total y no únicamente de una parte de sí mismo. El Resucitado no está dividido. Él es una persona que, a través de los signos, se acerca y se une a nosotros.

Así se ofrece como el alimento de los pobres, a los que el Señor destinó en primer lugar su cercanía. En efecto, la oración con la que la Iglesia, durante la liturgia de la misa, entrega este pan al Señor lo presenta como fruto de la tierra y del trabajo. En él queda recogido el esfuerzo humano de quien cultiva la tierra, cosecha y finalmente prepara el pan. Sin embargo, el pan no es solo producto nuestro, algo hecho por nosotros; es fruto de la tierra y, por tanto, también don, pues el hecho de que la tierra dé fruto no es mérito nuestro, porque únicamente el Creador podía darle la fertilidad.

Este pan de los pobres se nos presenta como una síntesis de la creación. Concurren el cielo y la tierra, así como la actividad y el espíritu del hombre. Son fuerzas que hacen posible el misterio de la vida y nos sale al paso en toda su maravillosa grandeza. Así, comenzamos a comprender por qué el Señor escoge este trozo de pan como su signo.

En la fiesta del Corpus Christi contemplamos sobre todo el signo del pan. La Hostia es nuestro maná; con él, el Señor nos alimenta; es verdaderamente el pan del cielo y se entrega a sí mismo. Además, continúa mostrando a la Iglesia y a sus pastores el camino de Dios. Por eso, mira a la humanidad que sufre y se siente insegura entre tantos inte­rrogantes, pero no deja de darle el pan para el cuerpo y para el alma.

Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas” (Lc 9, 17).

 

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