Por René Rebolledo Salinas, arzobispo de La Serena
En este domingo 26 de octubre, 30° del Tiempo Ordinario, la comunidad celebra con gozo a su Señor, Cristo Resucitado. Él, en su condición de Buen Pastor, la alimenta en la Mesa de la Palabra, de su Cuerpo y Sangre, como también con el testimonio recíproco de la comunidad. Tiene presente, además, que en esta semana -el viernes 31- concluye el Mes de la Familia y las Personas Mayores, que se ha vivido desde el miércoles 1, bajo el lema: «Feliz el que no ve desvanecerse su esperanza» (cf. Si 14,2), con un cronograma que se ha desarrollado paso a paso, destacándose la Eucaristía celebrada en el templo Catedral Metropolitano, con gran participación de personas mayores, junto a autoridades de La Serena y la Región de Coquimbo, acto relevante de esta calendarización de actividades, programadas con el objetivo de relevar la importancia de la familia y en ellas, nuestras hermanas y hermanos mayores.
La Mesa de la Palabra contempla para este sábado 25 y domingo 26 los siguientes textos bíblicos: En la primera lectura Eclesiástico 35, 12-14. 16-18; el Salmo responsorial es el 33, 2-3. 17-19. 23; la segunda lectura de la 2da Carta a Timoteo 4, 6-8. 16-18; y el Evangelio de Lucas 18, 9-14, parábola del fariseo y el recaudador de impuestos.
La parábola está dirigida, como señala el evangelista, “para algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás” (v 9). Es un retrato que realiza el Señor sobre “dos hombres que subieron al templo para orar: uno era fariseo, el otro recaudador de impuestos” (v 10). El fariseo ora expresando ante Dios con orgullo sus virtudes y méritos. El Señor afirma que volvió no justificado a su casa. En cambio, el recaudador de impuestos, consciente de que es pecador, ora con humildad ante el Señor. Jesús dice de él que volvió a casa absuelto. Y concluye: “quien se alaba será humillado y quien se humilla será alabado” (v 14).
Los últimos tres domingos nos dan en el Evangelio una clara como hermosa enseñanza del Señor sobre la oración: El pasado domingo 12, contempla el aspecto de la gratitud, saber dar gracias. Escribí en la columna de ese domingo: “Que importante es ser y manifestarnos agradecidos ante Dios, la familia y en la comunidad. Es un modo de vida, el saber manifestar agradecimiento. Ante Dios, es sobre todo reconocer su gran amor, fidelidad y misericordia con que nos ha tratado”. El domingo 19 la enseñanza es la perseverancia en la oración, sin desanimarse. Al respecto, escribí en la columna de ese día: “En este día oremos juntos por aquellos hermanos nuestros que aún no conocen a Cristo y su Mensaje salvador. Que también en esta intención escuchemos lo que el Señor nos dice en su enseñanza: “hace falta orar siempre sin cansarse” (v 1). Él nos sostenga en la oración perseverante en esta y otras numerosas intenciones”. Mientras la enseñanza de hoy es una invitación a presentarnos ante el Señor con sencillez y humildad, reconociéndonos débiles y pecadores, siempre necesitados de su misericordia. ¡El Señor nos fortalezca en este empeño! Busquemos rezar como el publicano que no puede ofrecer nada a Dios, sino tan solo la humilde confesión de sus pecados.
Que al concluir estos tres domingos en que Cristo nos ofrece su enseñanza sobre aspectos significativos de la oración, el Espíritu Santo nos fortalezca para mirar siempre al Señor y su testimonio de oración. Él sostuvo vida de oración, vivió entre nosotros en constante unión con su Padre. Es bello y edificante el testimonio que nos diera al respecto, en diversos momentos y situaciones de su vida. Sus discípulos misioneros estamos llamados a seguir sus huellas, también en este aspecto. Los apóstoles y la primera comunidad cristiana nos han heredado tal testimonio, para la Iglesia en todos los tiempos, incluidos nosotros que adherimos al Señor en la fe y procuramos seguirlo.