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Rerum Novarum, the social encyclical of Leo XIII

22 de julio: SANTA MARÍA MAGDALENA (F). Blanco.

22 de julio: SANTA MARÍA MAGDALENA (F). Blanco.

Chile San Pablo |

Gloria. Prefacio de la Virgen María.

LECTURA CANT 3, 1-4

Lectura del Cantar de los cantares.

Así habla la esposa: En mi lecho, durante la noche, busqué al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré! Me levantaré y recorreré la ciudad; por las calles y las plazas, buscaré al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré! Me encontraron los centinelas que hacen la ronda por la ciudad: «¿Han visto al amado de mi alma?». Apenas los había pasado, encontré al amado de mi alma. Palabra de Dios.

Comentario: El poema exhibe los peligros que encontrarán progresivamente entre los amados: el buscado es el amor de mi alma, aquel que me ama y amo. Es la afanosa bús­queda de una mujer enamorada e intrépida, que no teme a los peligros de la noche y no estará tranquila hasta que encuentre este “amor de su alma”.

O bien: 2Cor 5, 14-17

SALMO Sal 62, 2-6. 8-9

R. ¡Mi alma tiene sed de ti, Señor!

Señor, Tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti; por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua. R.

Sí, yo te contemplé en el Santuario para ver tu poder y tu gloria. Porque tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán. R.

Así te bendeciré mientras viva y alza­ré mis manos en tu Nombre. Mi alma quedará saciada como con un manjar delicioso, y mi boca te alabará con júbilo en los labios. R.

Veo que has sido mi ayuda y soy feliz a la sombra de tus alas. Mi alma está unida a ti, tu mano me sostiene. R.

ALELUIA

Aleluia. Dinos, María Magdalena: ¿qué viste en el camino? He visto el sepulcro del Cristo viviente y la gloria del Señor resucitado. Aleluia.

EVANGELIO Jn 20, 1-3. 11-18

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

El primer día de la semana, de ma­drugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepul­cro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?». María respondió: «Porque se han lle­vado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el cuidador del huerto, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo». Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!». Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: “Subo a mi Padre y Padre de ustedes; a mi Dios y Dios de ustedes”». María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que Él le había dicho esas palabras. Palabra del Señor.

Comentario: Jesús Resucitado se mues­tra por primera vez a María Magdalena, con su cuerpo transfigurado. Si hay un rasgo característico de nuestro Señor que lo define es el de la “compasión” y, por medio de él, ha demostrado respeto a las almas que sufren en lo físico y en lo espiritual. María Magdalena, después de su sufrimiento de perder al Señor, es favorecida de recibir el consuelo de ser la primera en ver a su Maestro “vivo”.

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