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Rerum Novarum, the social encyclical of Leo XIII

“La resurrección de Cristo transforma lo cotidiano y reaviva los corazones apagados”

“La resurrección de Cristo transforma lo cotidiano y reaviva los corazones apagados”

Chile San Pablo |

Como todos los miércoles,  el papa León XIV presidió la Audiencia General ante miles de peregrinos y fieles de todo el mundo. Continuando con el ciclo de catequesis del Año Jubilar 2025, dedicado al tema “Jesucristo, nuestra esperanza”, el Santo Padre centró su reflexión en la catequesis titulada “Volver a encender. ¿No ardía acaso nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (cf. Lc 24,32).

La humildad del Resucitado

El Papa invitó a los fieles a contemplar un aspecto sorprendente de la resurrección de Cristo: su humildad. Recordó que, en los relatos evangélicos, Jesús resucitado no se impone con gestos espectaculares ni con demostraciones de poder.

“No aparece rodeado de huestes de ángeles, no hace discursos solemnes ni revela los secretos del universo —explicó—. Se acerca discretamente, como un viandante cualquiera, como un hombre hambriento que pide compartir un poco de pan.”

Citó los ejemplos del Evangelio: María Magdalena que lo confunde con un jardinero, los discípulos de Emaús que lo creen un forastero, y Pedro que lo toma por un transeúnte en la orilla del lago. En todos ellos, subrayó el Pontífice, se revela un mensaje esencial: “La resurrección no es un giro teatral, sino una transformación silenciosa que llena de sentido cada gesto humano.”

La vida cotidiana como lugar de gracia

Jesús resucitado, dijo León XIV, se manifiesta en los gestos más simples y humanos: comer, trabajar, cuidar, esperar. “La Pascua de Cristo transforma la vida ordinaria: no le quita esfuerzo ni tiempo, pero cambia su sentido y su sabor”, afirmó.

Así, el Santo Padre destacó que cada acción hecha con gratitud y comunión anticipa el Reino de Dios, y recordó que los cuerpos y las relaciones humanas “no son un envoltorio que se desecha”, sino realidades llamadas a la plenitud.

La alegría que nace en medio de las heridas

El Papa advirtió que muchas veces no reconocemos al Señor resucitado porque creemos que la alegría solo puede existir sin heridas. “Los discípulos de Emaús caminaban tristes porque esperaban un Mesías sin cruz”, señaló. Sin embargo, Jesús camina junto a ellos, escucha su decepción y, con paciencia, reaviva su esperanza.

“El dolor no es la negación de la promesa, sino el modo en que Dios manifiesta la medida de su amor”, dijo León XIV.
“Bajo las cenizas del desencanto y del cansancio, siempre hay un rescoldo vivo, esperando ser reavivado.”

El Papa invitó a los fieles a reconocer que no hay historia tan herida o marcada por el pecado que no pueda ser visitada por la esperanza. “Ninguna caída es definitiva, ninguna noche es eterna, ninguna herida está destinada a permanecer abierta para siempre”, aseguró.

Cristo nos acompaña en los caminos de la vida

León XIV recordó que el Resucitado no se manifiesta solo en los momentos de fervor espiritual, sino también “en los lugares más oscuros”: el fracaso, la soledad, el trabajo cotidiano o las dudas.

“Nada de lo que somos, ningún fragmento de nuestra existencia, le es ajeno”, afirmó.
Jesús, dijo el Papa, se hace compañero de camino y espera pacientemente que nuestros ojos se abran para reconocer su presencia transformadora.

Una alegría sencilla y luminosa

El Pontífice concluyó su catequesis con una invitación a acoger esa alegría sencilla que nace del encuentro con Cristo resucitado:

“Una alegría que no borra las heridas, sino que las ilumina. Una alegría que nace de la certeza de que el Señor está vivo, que camina con nosotros y nos da en cada momento la posibilidad de recomenzar.”

Tras los saludos en varios idiomas, el Papa dirigió unas palabras especiales a los peregrinos de lengua española:

“Los invito a pedir la gracia de reconocer la presencia humilde y discreta de Dios en todos los momentos de la vida, especialmente en los más difíciles. Que nada nos arrebate la alegría de experimentar a Cristo vivo.”

La audiencia concluyó con el rezo del Padre Nuestro y la Bendición Apostólica.

 

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