Fredy Peña T., ssp
La Iglesia dedica este domingo a la contemplación del misterio central de su fe: la Santísima Trinidad. Sin duda que es el misterio más importante de la fe cristiana, puesto que nos lleva a la intimidad de Dios. Es común que, como creyentes, comencemos nuestras jornadas, oraciones, reuniones y actividades pastorales en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. En efecto, todas las oraciones las dirigimos al Padre, por el Hijo en el Espíritu Santo. Con ello afirmamos y celebramos que no creemos en un Dios solitario, sino en un Dios que es relación de personas divinas, comunión de amor pleno y total.
En ese sentido, Jesús fue revelando progresivamente el misterio de Dios, Uno y Trino. Habla de Dios Padre que lo envía; después de sí mismo como Hijo del Padre e igual a él; y finalmente, promete el Espíritu Santo. Dice san Juan “Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único…”, (Jn 1, 18). Es decir, Jesús no reveló el misterio trinitario para satisfacer una simple curiosidad intelectual, sino para que participemos como hijos “adoptivos” por el bautismo en la propia vida con Dios.
Además, sabemos que la Santísima Trinidad es la mejor comunidad de amor, porque en ella reina un clima de unión, comunión y participación. Este “misterio”, al ser revelado por Jesucristo, es como una confidencia de Dios al hombre, donde este descubre el sentido recíproco y generoso de la caridad. El amor de Dios a los hombres es tan grande, puro y libre, que solo busca comunicarse y donarse. Por eso, quien se siente amado como hijo de Dios actúa, vive y celebra su fe donándose en comunión con otros. Porque el Dios trinitario quiere que todos se salven a fuerza del amor, el compromiso y no del odio, del deber ser o por el mero cumplimiento. Jesús, que es uno con el Padre, comparte lo que es suyo con el Espíritu y, a su vez, el Espíritu Santo comunica a la comunidad cristiana lo que oye y recibe de esta gran Comunidad de amor.
“Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: ‘Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes’” (Jn 16, 15).