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Rerum Novarum, the social encyclical of Leo XIII

“Quien no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”

“Quien no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”

Chile San Pablo |

P. Fredy Peña T., ssp

El relato evangélico de este domingo es la continuación de la parábola de los “invitados”, que se excusan de asistir al gran “banquete”. En esa oportunidad, el dueño abre las puertas para que entren todos. Sin embargo, en esta propuesta de Jesús, a pesar de las contrariedades y exigencias de ser su discípulo, no resulta agradable para quien se deja llevar por los valores dominantes de la sociedad. Porque ser discípulo de Jesús implica asumir un camino que conlleva rupturas y luchas contra todo lo que nos aparta de Dios.

Jesús quiere a sus discípulos bien centrados, ya que han de postergar todos los amores, incluso aquellos que parecen ser más importantes: padre, madre, esposa e hijos. Es decir, el Señor no pide “exclusividad”, sino que llama a amar, en él, aun los afectos más radicales, como los sanguíneos. En los tiempos de Jesús no había seguridad social, ni hospitales, ni seguros de jubilación, por tanto la familia lo era todo, se hacía cargo de los suyos y pasaba a ser un referente social fundamental. Cuando Jesús habla de amarlo a él, antes que…, no está llamando a quitar de nuestro corazón todos los afectos, pero sí que los purifiquemos. Porque el amor divino nos enseña a amar de manera distinta y con un corazón más generoso y libre.

Libre, como enseña el apóstol san Pablo al preguntarse cómo pueden dos personas ser iguales en Cristo y desiguales en la sociedad, sobre todo al asentar el principio de que entre los cristianos la esclavitud es inaceptable, como también la privación de la libertad. Y esto solo se dará cuando el evangelio sea aceptado y al mismo tiempo abolido todo tipo de esclavitud. Ante la nueva realidad del Reino de Dios, el discípulo ha de sopesar la opción por Cristo y actuar con sagacidad, ya que fracasar en ello sería la ruina personal.

El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo” (Lc 14, 27).


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