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En el centenario de la Diócesis de Linares (1925-2025)

En el centenario de la Diócesis de Linares (1925-2025)

Chile San Pablo |

Mons. Tomislav koljatic Maroevic, Obispo de Linares

Hace 100 años, el 18 de octubre de 1925, el papa Pío XI funda la diócesis de San Ambrosio de Linares. Cabe destacar que esto ocurre en el contexto de la separación de la Iglesia del Estado, promulgada como ley de la República en el mandato del presidente Arturo Alessandri Palma (el León de Tarapacá).

En ese contexto histórico-político, el Papa crea siete nuevas diócesis en el país. Ellas son, en orden geográfico (y su obispo fundador): San Felipe (Mons. Melquisedec del Canto Terán); Valparaíso (Mons. Eduardo Gimpert); Rancagua (Mons. Rafael Lira I.); Talca (Mons. Carlos Silva C.); Linares (Mons. Miguel León Prado); Chillán (Mons. Martín Rucker S.); y Temuco (Mons. Prudencio Contardo). Cabe señalar que desde San Felipe hasta Talca, estos territorios dependían del Arzobispado de Santiago. En cambio, Linares, Chillán y Temuco pertenecían al arzobispado de la Santísima Concepción.

Un poco de historia

La Iglesia que peregrina en estas tierras entre el río Maule, por el norte, y el río Perquilauquén, por el sur, el límite con Argentina en la cordillera de los Andes, por el este, y el océano Pacífico, por el oeste, no nace un 18 de octubre de 1925, porque con la llegada de los españoles a Chile, incluso con la directa preocupación de don Pedro de Valdivia en 1554, comienza una primera evangelización en estas lejanas tierras maulinas a través de las doctrinas que se instalan poco a poco en Cauquenes, Chanco, Loanco, Putagán, Loncomilla y Purapel, entre otras.

Con heroísmo y abnegación, los primeros misioneros anuncian el evangelio a los habitantes de estas tierras de Chile central.

 Con el tiempo, los españoles y mestizos bautizados se van instalando en las villas y haciendas entregadas por la Corona española a sus súbditos, quienes organizan las primeras comunidades católicas de la región.

Un rol fundamental, en los comienzos la misión, pertenece a los padres mercedarios, dominicos, franciscanos y jesuitas, a los que, en siglos posteriores, se van sumando otras familias religiosas llegadas desde Europa.

Ya antes de la fundación de la diócesis, se habían erigido 17 parroquias, las más antiguas a partir de las doctrinas: San Pedro de Cauquenes, 1742; Santa Cruz de Yerbas Buenas, 1771; El Sagrario de Linares, 1742 (cincuenta años antes de la fundación de la ciudad, que ocurre el 23 de mayo de 1794 por disposición de don Ambrosio O´Higgins); San Francisco de Huerta de Maule, 1771; San José de Parral, 1771; Nuestra Señora del Tránsito de Putú, 1787 (antes en Talpén); San José de Constitución, 1832; San Ambrosio de Chanco, 1835; San Luis Gonzaga de Sauzal, 1835; San Ignacio de Empedrado, 1835; San Francisco Javier, 1861; El Niño Dios de Villa Alegre, 1889; San Lorenzo de Longaví, 1905; Santo Toribio de Mogrovejo de Curanipe, 1906; Panimávida, 1905; San Ramón de Retiro, 1913; María Auxiliadora, 1925. La parroquia de Pocillas, fundada en 1832, con el tiempo pasa a pertenecer a la parroquia de San Francisco de Cauquenes, en 1957.

En 1963, la Santa Sede, juzga oportuno incorporar a la diócesis de Linares el territorio de la provincia de Cauquenes, que pertenecía hasta ese entonces a Chillán, lo que significa agregar las parroquias de Santo Toribio de Curanipe, San Ambrosio de Chanco, San Pedro, San Francisco y San Alfonso de Cauquenes. En ese mismo año se suma la parroquia de Nuestra Señora del Tránsito de la Asunción de Putú, ubicada al norte del río Maule y que pertenecía a la diócesis de Talca.

El lema del centenario, “Cien años sembrando las semillas del Reino en las tierras maulinas”, parafrasea la parábola del sembrador y dice relación con nuestra realidad campesina. También hemos querido tener un texto inspirador, “Ustedes serán mis testigos”, ya que todo el centenario tiene un sentido misionero.

Desde el principio se definió un triple objetivo de esta celebración. Por un lado, una memoria agradecida de nuestra historia, esto es, poner en valor la inmensa tarea evangelizadora realizada en el primer siglo de nuestra historia diocesana, para no olvidar nuestras raíces y en una vivencia sinodal agradecer a Dios por todos los dones recibidos.

Así, entonces, se está trabajando en escribir nuestra historia diocesana, de las 33 parroquias y de las 432 capillas, de los 16 colegios de Iglesia, de los movimientos, en fin, de la vida de la Iglesia en todas sus manifestaciones. 

En este contexto de memoria agradecida se inscribe la búsqueda y elección de 100 laicos (50 hombres y 50 mujeres) que han sido significativos en nuestra historia diocesana, como también la digitalización de las Orientaciones Pastorales diocesanas, los Informes de las Visitas Ad Limina, los 45 años del periódico Buena Nueva, el mejoramiento del archivo diocesano, la historia de nuestros cementerios parroquiales y los personajes enterrados allí, entre otros.

En esta memoria agradecida, especial mención merecen los cinco pastores que han regido la diócesis en este siglo. El fundador, don Miguel León Prado (1925-1934); luego don Juan Subercaseaux Errázuriz (1935-1940), a quien le debemos la construcción de nuestra hermosa Catedral; enseguida don Roberto Moreira Martínez (1941-1958), incansable apóstol de estas tierras; don Augusto Salinas Fuenzalida (1958-1976), quien termina de embellecer la catedral con el mosaico, obra de don Giulio Di Girólamo; don Carlos Camus, quien impulsa el Sínodo Diocesano, que ya ha tenido 45 sesiones anuales (1976-2003). Todos ellos descansan en la cripta de la
Catedral de Linares, a excepción de Mons. Juan Subercaseaux, quien fallece como arzobispo de La Serena.

También tenemos como objetivo celebrar en todos los lugares e instancias eclesiales el Centenario, que por lo demás va a coincidir con el Jubileo Universal de la Iglesia en el 2025. De allí que muchas celebraciones litúrgicas tendrán como telón de fondo lo que se estará celebrando en todo el mundo católico.

Luego, y tal vez lo más importante, el Centenario nos deberá inspirar y renovar la vida pastoral con el fin de fortalecer la misión para que, con nuevo ardor, nuevos modos, en un contexto muy diverso y desafiante, seguir anunciando el evangelio a nuestro Pueblo. 

Damos gracias a Dios por estos 100 años de vida diocesana y le pedimos al Señor y a su Madre que nos acompañen en el desafío de seguir sembrando con alegría y generosidad las semillas del Reino en el nuevo siglo de vida que comenzamos.

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