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Rerum Novarum, the social encyclical of Leo XIII

“Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá”

“Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá”

Chile San Pablo |

P. Fredy Peña T., ssp

El evangelista san Lucas nos presenta un relato estructurado en tres partes: un modelo de oración, una pequeña parábola y la confianza que debe tener el discípulo. Además, nos transmite una tradición sobre el Padrenuestro más breve que la de san Mateo y que la inserta en un contexto de “camino” de Jesús hacia Jerusalén. En este trayecto, el Señor nos enseña que la oración es un aprendizaje o proyecto que involucra toda la vida del cristiano, pues el Padrenuestro no es solo una fórmula para recitar, sino que es mucho más que eso.

En la oración, el Señor nos pide santificar el día del Señor con obras y palabras, además de preparar el advenimiento de su Reino con nuestras acciones y cambio de mentalidad. Además, que tengamos consideración con nuestro prójimo, por quien nos comprome­temos a luchar y también a ser tolerantes con quienes no nos llevamos bien y que, en función de las relaciones respetuosas, debemos sanearlas a través del perdón. Al mismo tiempo, también ser pacientes, porque la oración del Padrenuestro, como “camino de vida cristiana”, nos indica que a veces, la inconstancia, el desánimo, la codicia y el mal son una tentación constante para abandonarlo todo.

Hoy, muchos se preguntan para qué orar si vivimos en tiempos de incredulidad donde no tiene sentido la vida interior. Algunos dicen que no rezan porque han perdido la fe, otros que es tiempo perdido, una actividad inútil e improductiva: “Si todo sigue igual y no cambia a las personas, para qué orar”. Otros pregonan que no tienen el espacio ni el tiempo para hacerlo. Es cierto que rezar el Padrenuestro nos ha sabido a una fórmula repetida y automática, quizás el vivirlo de esa manera radica en que, como creyentes, no lo hemos asumido como un “proyecto de vida cristiana”, sobre todo de disponernos a la voluntad de Dios y de sus designios. Y esto queda ejemplificado muy bien en la parábola del amigo inoportuno y con la promesa del Señor al afirmar que Dios nunca dará nada que no sea útil y saludable para quienes se empeñan en vivir a su imagen y semejanza.

Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan” (Lc 11, 13).

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