Por René Rebolledo Salinas, arzobispo de La Serena
Este domingo 24 de agosto tiene presente la comunidad cristiana que corresponde al 21° del Tiempo Ordinario. Lo fundamental es celebrar el Domingo, Día del Señor. Al alba del “primer día de la semana” resucitó el Señor, por nosotros y nuestra salvación.
Recordamos también en este domingo a San Bartolomé Apóstol, Patrono de La Serena, de Radio San Bartolomé, del Colegio Villa San Bartolomé y de tantas otras instituciones. Su nombre significa “hijo del Tolmay” o “hijo del labrador”. En la biblia se le suele identificar con Natanael que significa “don de Dios”. El Señor le salió al encuentro, lo hizo su discípulo -apóstol y enviado-. Su misión consistió en acompañar a otros a un encuentro con el Maestro, a experimentar la belleza de su seguimiento y a gozar del amor que Él brinda. Admiremos el gran elogio que el Señor le diera: “el Israelita en el cual no hay engaño”. Cada cual experimenta a lo largo de la vida sus propias falencias e incoherencias. En este día pedimos a San Bartolomé podamos llevar nuestra vida personal, familiar, también nuestro servicio a los demás en coherencia de vida, autenticidad, magnanimidad y claridad, ante Dios y los demás. Una oración en este día por nuestra querida ciudad de La Serena.
En la Mesa de la Palabra corresponde Isaías 66, 18 – 21 en la primera lectura; el Salmo responsorial es el 116, 1-2; la segunda lectura de la Carta a los Hebreos 12, 5-7. 11-13; y el Evangelio de Lucas 13, 22 – 30.
La enseñanza del Señor está mediada por la pregunta que se le plantea: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?” (v 23). Su respuesta pareciera incluir la aportación personal al don de la salvación, vale decir, la aceptación libre y personal, colaborando también desde el esfuerzo humano: “Procuren entrar por la puerta estrecha, porque les digo que muchos intentarán entrar y no podrán” (v 24).
Hace presente el Señor que algunos están participando del banquete y otros quieren entrar, pero no pueden porque el dueño de casa no los reconoce. Los excluidos son los miembros del pueblo elegido que no han sabido poner en práctica la herencia de la fe recibida, creándose falsas seguridades de que, por su condición de elección, serán los primeros en entrar al banquete. En efecto, no basta con pertenecer -incluso al pueblo elegido- sino se requiere la vida conforme a la Alianza, de lo contrario se arriesga no ser reconocido por el Señor mismo: “les digo que no sé de dónde son ustedes. Apártense de mí, malhechores” (v 27). De tal modo que es posible que otros no pertenecientes a la estirpe de Abrahán, Isaac y Jacob participarán de la mesa del reino: “Vendrán de oriente y occidente, del norte y el sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios” (v 29).
Para la reflexión de este día sugiero pueda quedar resonando también en nosotros como en la comunidad, la pregunta planteada: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?” (v 23). ¿Qué concepto tengo de la salvación? ¿Qué he recibido al respecto, en la familia y en la comunidad?
Tengamos presente que la salvación es un don, sin embargo, requiere de cada cual una respuesta libre y personal, como también un discipulado misionero de nuestro Maestro, lo más coherente e integral -en santidad- posible. ¡El Señor nos sostenga con su gracia y bendición al seguir sus huellas!